martes, 21 de agosto de 2007

El tiempo Vale y vuela...

El tiempo Vale y vuela… A falta de 1 semana y media para que nuestra estancia en Suecia llegue a su final, tengo la sensación de que el tiempo camina más rápido que antes, como si los días se escondieran tan bien en algún lugar que se cuelan por cualquier rendija sin que los podamos ver. También concluyen nuestros días de búsqueda de tesoros. Desde que empezamos con la ardua tarea siempre fue y es nuestro deseo que lleguen las 2 y 30 de la tarde para estacionar el barco pirata a la sombra y volver por el mismo camino de todas las mañanas, a las 5 y 40, que recorremos con pies de plomo y lagañas de concreto, generalmente bajo un cielorraso gris de nubes con cara de pocos amigos. La vuelta a casa, no hay cosa tan placentera.

Volver a casa. Solo con saber que hay una ratona de menos de un metro correteando por la casa a la que jamás se le cae la sonrisa de la cara, salvo en aquellas oportunidades inoportunas donde en pleno aseo personal el padre o la madre o los dos a coro mencionan el lavado de cabeza, quien se puede resistir. A pesar de su baja estatura, su escaso y entreverado vocabulario, su peso pluma y su apetito de colibrí empachado, desparrama por la casa una vitalidad y una simpatía que pocos en el mundo podrían hacerlo. Es la infusión de alegría que necesitamos después de un día agotador.

El cambio fundamental que se ha producido en el apartamento de dos dormitorios, living, cocina y baño ubicado en una tercera planta, fue cuando una niña de dos años empezó a correr entre valijas enormes hace unos días. Desde ese momento no ha parado de derrochar energía con sus abuelos, ella juega con ellos y mucho viceversa. Siempre ha habido un feeling especial entre ellos, es más, ante cualquier conflicto paterno-filial, los abuelos son los únicos autorizados para mediar como un cuerpo de paz. Nunca tiene para con ellos un “con vosh no”, como tiene a veces con los tíos. Pero cuando se ablanda con nosotros, logra que nos ablandemos más, hasta derretimos por completo.

Otro cambio, la siesta de todos los días. Como se imaginarán, nuestro dormitorio a pasado a ser el living y nuestra cama el hermoso sofá-cama de quitaipón, y las siestas un bonito recuerdo del pasado. Con Valentina dando vueltas por la casa es imposible dormir, pero también es impensable dejar pasar la oportunidad de disfrutar al máximo de los últimos días con la Vale. Días que, como dije al principio, corren tan rápido como ella desde el living a la cocina. Y agregaría, que corren con ella y en ella, escondidos. Lo dicho entonces, hay que aprovechar el tiempo que Vale y vuela...

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