martes, 18 de septiembre de 2007

Un bypass a las vacaciones

Como el título lo indica, haremos una intervención quirúrgica en nuestro viaje a EEUU. Se trata de un bypass a las vacaciones con nuestros sobrinos por unos 8 días en los que atravesaremos de este a oeste los Estados Unidos de América. Mañana partimos a New York, New York, tan tan tararan… buenísimo. A la Gran Manzana la intentaremos escarbar como gusanos en los ínfimos dos días y medio que dura nuestra estancia. Sin falta andaremos por Manhattan y por el Central Park, el resto está por verse. Casualmente, dos amigos nuestros de Sevilla están allí estudiando, eso dicen y les creemos, por lo que tenemos asegurada momentos de grata compañía.
Cuando las suelas de los zapatos estén gastadas de caminar entre rascacielos, cruzamos el cielo estadounidense rumbo al lejano oeste, a California. Los Ángeles, la segunda ciudad más grande del país, es nuestro próximo destino. La casualidad y la generosidad han querido que una amiga de los padres de Maria nos aloje en su casa. Fumaremos un poco de smog por dos días. Posteriormente, en Las Vegas, vamos a observar como un montón de californianos despilfarran unos cuantos dólares en la ruleta y entre cartas de blackjack, y los más extravagantes se unen en santo matrimonio Express, haciendo los coros del Elvis Presley de turno. Las Vegas es un oasis moderno de neón en medio del desierto del estado de Nevada. A cuatro horas en auto desde Los Ángeles, no podíamos perdernos tamaño espectáculo naturalmente humano, además, los hoteles son sumamente baratos debido a la competencia, hay más de 100.000 habitaciones.
Y como ya estamos acá, el famoso Gran Cañón del Colorado nos mira con su cara rojiza y profunda, invitándonos a que le echemos un vistazo. Gran parte del camino que separa Las Vegas del Gran Cañón es la famosa y encantadora Ruta 66. Su fama viene porque fue la primera carretera que unió el este con el oeste, desde Chicago a Los Ángeles, ya que antes de los años 40 el oeste no tenía prácticamente contacto con el este. Esto significó un avance importantísimo para la comunicación entre ambas partes, catapultando la Ruta 66 a la fama y a la economía del país, que creció con el incesante ir y venir de camiones y de turistas. Actualmente la Ruta 66 está obsoleta y renovada, pero hay tramos en los que la ruta y los pueblos, que no son cadáveres secos y polvorientos, conservan el estilo y el romanticismo de la época.
Por ahí andaremos, sí. Cinchando con poco equipaje a las espaldas, que no incluye la computadora bendita, que tan asqueado y enamorado me tiene, porque son vacaciones en serio. Pero siempre un lugarcito hay que hacer para cosas tan imprescindibles en estas ocasiones como son la cámara de fotos, la libreta y la lapicera, y fundamental, los ojos, expectantes y ávidos de nuevas aventuras. Aventuras que no las merendaremos solamente nosotros, también ustedes podrán vivirlas gracias al poder del zoom que tiene este katalejo que cierra momentáneamente sus puertas del lado de adentro, del lado de afuera siguen abiertas de par en par esperando recibir las sugerencias, consejos y comentarios para mejorar la calidad de las imágenes que se reciben.
Nos vemos en unos días.




Minneapolis y festejos

El cumpleaños de Maria lo pasamos los seis almorzando en el Mall of America, el shopping center más grande de EEUU, que incluye un parque de diversiones en su interior. Prácticamente una ciudad con techos de vidrio en la que no falta nada. Están las casas de las mismas marcas que recorrimos el sábado pero con precios inaccesibles para nuestro humilde y módico entender.




Antes, en la noche del sábado, salimos con Maria a recorrer la ciudad de Minneapolis y sorprendernos con los rascacielos que aparecen robustos y erectos al costado del río Mississippi. Nos dio tortícolis por mirar tanto para arriba pero somos conscientes de que eso que vimos es una pequeñísima parte de lo que veremos en Nueva York y Los Ángeles.
Mientras los mosquitos nos dejaron disfrutar del paisaje desde la orilla del río, la pasamos genial, a pesar de que hayamos visto la ciudad a vuelo de pájaro.

A la vuelta a Ames, esperaban los regalos, la cena, las llamadas de teléfono y una bandeja de entrada abarrotada de saludos que dejaron boquiabierto a más de uno.
En resumen, un excelente paseo, otras ciudades y otros estados en la retina, y amigos que andan desparramados por el mundo que aparecen de sopetón para alegrarnos la existencia. Salud por ellos y por mi Maria, que más vieja más la quiero.





Minnesota

El sábado fuimos a Minnesota. La primera sorpresa nos la llevamos cuando a las ocho de la mañana los vidrios de la camioneta estaban con una capa fina de hielo. De más está decir que el aire era fresquito, unos 38 grados Fahrenheit (aprox. 3 grados Celsius). Los niños recién desayunados duermen tranquilos bajo la vigilancia de su padre al fondo de la camioneta. Lucía conduce rumbo al norte. El cielo es claro y soleado. A la izquierda se ven unos búfalos dignos de respeto en un corral, que son la nota diferente para un paisaje lleno de maíz, maíz y mais maíz.
Parece que los de Minnesota tratan a los Iowans como nosotros tratamos a los gallegos en nuestros chistes, los tontitos. Y me imagino que dirán: cuántos Iowans se necesitan para pegar un cartel o enroscar una lamparilla.
A las nueve de las mañana, los niños duermen entre intermitentes quejidos, y nosotros nos comemos un tazón gigante de pop a través de la ventanilla. A veces se llegan a ver feed lots, que son unos inmensos galpones en los cuales se crían y engordan los chanchos, o cerdos, de manera rápida y poco natural. Los chanchos están ahí confinados sin poder moverse y comiendo sin la pausa para los postres.
Hasta ahora ni un repecho hemos subido, el terreno es como una tabla. A la derecha aparece un cartel en el que se lee “políticos tomen nota, los chanchos no votan”, si votaran serían amplísima mayoría. Kilómetros después, la bienvenida a Minnesota, el estado de los 10.000 lagos, así se le llama también a este estado que se pega a la panza de Canadá. Un dato curioso que les va a encantar es que en este estado hay una ciudad que se llama Montevideo, en honor al nuestro de Uruguay. Cada estado tiene un país de América como amigo y este es amigo del nuestro. Eligieron bien estos, che.
El pop acaramelado continúa explotando al sol a diestra y siniestra, pero el terreno es más ondulado y eso se agradece. Aún no les he dicho adonde vamos realmente. De compras, cuesta reconocerlo a veces pero también nosotros caemos en las garras del consumismo. A poco de cruzar la frontera entre los estados, existe un Outlet, un espacio abierto en el que un montón de casas reconocidas y caras se ponen pegaditas una al lado de la otra, ofreciendo sus saldos de temporada a precios muy bajos. Casas como GAP, Levis, Columbia, Nike, echan el anzuelo apetitosamente encarnado al agua para liquidar sus productos. Todo el mundo pica, pero con nosotros la tienen difícil, tiene que venir muy rebajada la cosa para caer en la tentación. Varias horas pululando por ahí tuvieron algunos frutos y nuestras buenas gangas hicimos.
Cansados y con unos dólares menos en los bolsillos, nos vamos rumbo a la capital del estado, Minneapolis. La ciudad es también conocida como la Twins City porque hay dos ciudades prácticamente pegadas que se consideran una, Minneapolis y St. Paul. A las ciudades gemelas nos vamos con los gemelos a esperar el domingo, el cumpleaños número 26 de Maria, mi alma gemela.



sábado, 15 de septiembre de 2007

Malditas cuatro ruedas benditas (1)

EEUU es un país que se mueve, como ya dije, en cuatro ruedas. El auto es sagrado y la nafta, la sangre que circula por las venas de Irak, es un elemento de primera necesidad, barato y en cada esquina. No muy lejos, acá enfrente, el servicio que brinda el banco US Bank alimenta la comodidad adictiva e insana de los estadounidenses. Sin bajarse del auto uno puede ser atendido por un funcionario a través de una ventana a la altura de la ventanilla del conductor. Todo desde el auto. Si queremos sacar plata del cajero automático, tomamos otro camino y allí lo tenemos, es solo bajar el vidrio, sacar la mano pelada y volverla a meter llena de billetes verdes. Pero aún no había visto ni vivido lo mejor.
Casi al final de la ciudad, entre la vía del tren y un taller mecánico, un cartel apenas perceptible anuncia que estamos llegando al banco, mejor dicho, al “Mc-drive” del banco. Es como llegar a una discretísima estación de servicio, en la cual tomas posición en uno de los cuatro lugares que hay dispuestos. No hay nada, salvo los pilares blancos que sostienen el techo y una especie de caja de lata que queda justamente a la altura de la ventanilla del conductor. En ella hay un recipiente cilíndrico de plástico transparente con tapa rosca amarilla, muy manoseada, en la que se hacen las transacciones bancarias. En este caso voy a decir haremos porque los invito a hacer la transacción conmigo paso a paso. Primero entonces llegamos, no es necesario apagar el motor, y comenzamos con lo nuestro. Advierto que el trámite se hará con el más allá, con los topos de debajo de la tierra, con los Reyes Magos o con quien se les ocurra. Entonces, en nuestro caso metemos en el recipiente transparente un cheque para depositar. Acto seguido, posicionamos el recipiente cilíndrico nuevamente y apretamos el botón, el único que hay. Como por arte de magia o de un súper succionador atómico que tienen en el más allá o más allá, en nuestras narices, nadie sabe, el recipiente desaparece de la faz de la Tierra. ¿Adónde fue? Nunca lo sabremos, pero seguramente, adonde estaba la señora sonriente que nos pregunta a través del intercomunicador que queremos hacer con el cheque. Captado el mensaje, la señora omnipresente, y ahora si me permiten esta licencia cargada de surrealismo, desempolva el cheque, arrima la vela y lo mira con asco, pobre señora pienso yo, confinada sabe Dios en que parte del sistema solar, atada de pies y manos con unas gruesas cadenas, esclava de otros esclavos en cuatro ruedas. Cansada de esta vida que le ha tocado en desgracia, sella el recibo displicentemente y, antes de aspirar una bocanada de oxígeno fresco con la mascarilla, devuelve el recipiente cilíndrico dándole un fuerte puñetazo que hace temblar las paredes de la cueva húmeda en la que vive. Segundos después el recipiente con el recibo llega caliente a nuestras manos, con una abolladura en la parte trasera, y con pequeños restos de rocas volcánicas oliendo a azufre.
Y final de la experiencia. Si les intriga saber que va a pasar con el futuro de la señora, sin ser adivino les puedo asegurar que a ella le espera seguir encadenada, recibiendo, sellando y mandando papelitos en algún lugar que jamás sabremos hasta que el oxígeno se le termine. Mientras tanto si nuestro futuro es el que les preocupa, nada, seguimos por el mismo camino, rodando, encadenados a las cuatro ruedas de por vida hasta que el petróleo de los jeques se seque.



Malditas cuatro ruedas benditas (2)

No hablar de vehículos si estás en EEUU es imposible. El bicho de cuatro ruedas manda. Pareciera que los vendieran de a metro porque son todos amplios y enormes. No pretendan ver un Fiat uno, ni en pintura. Los más chicos son los convertibles para dos personas, flor de máquinas. Las camionetas son por lo general 4 x 4 enormes y las “van” se reproducen como conejos. En ninguna casa hay menos de dos vehículos, por regla general, cuando vienen los hijos se compran una van para que entren las sillitas reglamentarias y las madres puedan hacer las compras sin problemas, eso es considerado como el undécimo mandamiento, lo que hace todo buen “Americano” que se precie de serlo. Todo esquematizado, como debe ser.
Por lo poco que he visto, todo en este país se hace a lo grande, se busca que sea amplio, como por ejemplo, los terrenos, los shopping, las casas, los garajes, la camioneta, el auto, las calles, los estacionamientos, las camisas, los pantalones, el vaso de café, la Big Mac, etc. Todo es, como me gusta llamarlo a mí, a lo bestia.

Malditas cuatro ruedas benditas (2 1/2)

Una cortita. Los vehículos en EEUU son automáticos. Es raro rarísimo ver uno caja de cambios manual.

Malditas cuatro ruedas benditas (3)

Un dato curioso es que no existe la cédula o documento de identidad como tal, lo que se usa es el carné de conducir como identificación personal y principal documento de identificación. Además este ejemplo sirve para ilustrar más aún la importancia que tiene el automóvil en esta sociedad. ¿Me creen si les digo que mis sobrinos, con 4 meses recién cumpliditos, tienen su carné de conducir? Por supuesto, como buenos estadounidenses, poseen su permiso de conducir que los identifica. Pero no se asusten, el documento dice expresamente que no pueden manejar. Por suerte porque si no al año ya están hablando de independizarse.

Malditas cuatro ruedas benditas (4)

Les dejo un trozo que desenterré de un texto de Eduardo Galeano llamado “La religión de automóvil” que publicó Brecha el 29 de marzo del 96. Viejo pero con mucha vigencia, que ayuda a comprender mejor la relación entre el hombre y el automóvil. Si quieren leerlo todo busquen el resto en el maravilloso Google.

I. Liturgia del divino motor
Con el dios de cuatro ruedas ocurre lo que suele ocurrir con los dioses: nacen al servicio de la gente, mágicos conjuros contra el miedo y la soledad, y terminan poniendo a la gente a su servicio. La religión del automóvil, con su Vaticano en Estados Unidos de América, tiene al mundo de rodillas.

Seis, seis, seis

La imagen del Paraíso: cada estadounidense tiene un auto y un arma de fuego. En Estados Unidos se concentra la mayor cantidad de automóviles y también el arsenal más numeroso, los dos negocios básicos de la economía nacional. Seis, seis, seis: de cada seis dólares que gasta el ciudadano medio, uno se consagra al automóvil; de cada seis horas de vida, una se dedica a viajar en auto o a trabajar para pagarlo; y de cada seis empleos, uno está directa o indirectamente relacionado con la violencia y sus industrias. Cuanta más gente asesinan los automóviles y las armas, y cuanta más naturaleza arrasa, más crece el Producto Nacional Bruto. Como bien dice el investigador alemán Winfried Wolf, en nuestro tiempo las fuerzas productivas se han convertido en fuerzas destructivas. (...)

La jaula

A este cuerpo, el de cuatro ruedas, se consagra la mayor parte de la publicidad en la televisión, la mayor parte de las horas de conversación y la mayor parte del espacio de las ciudades. El automóvil dispone de restoranes, donde se alimenta de nafta y aceite, y a su servicio están las farmacias donde compra remedios, los hospitales donde lo revisan, lo diagnostican y lo curan, los dormitorios donde duerme y los cementerios donde muere.
Él promete libertad a las personas, y por algo las autopistas se llaman freeways, caminos libres, y sin embargo actúa como una jaula ambulante. El tiempo de trabajo humano se ha reducido poco o nada, y en cambio año tras año aumenta el tiempo necesario para ir y venir al trabajo, por los atolladeros del tránsito que obligan a avanzar a duras penas y a los codazos. Se vive dentro del automóvil, y él no te suelta. Drive-by shooting: sin salir del auto, a toda velocidad, se puede apretar el gatillo y disparar sin mirar a quién, como se estila ahora en las noches de Los Angeles. Drive-thru teller, drive-in restaurant, drive-in movies: sin salir del auto se puede sacar dinero del banco, cenar hamburguesas y ver una película. Y sin salir del auto se puede contraer matrimonio, drive-in marriage: en Reno, Nevada, el automóvil entra bajo los arcos de flores de plástico, por una ventanilla asoma el testigo y por la otra el pastor, que Biblia en mano os declara marido y mujer, y a la salida una funcionaria, provista de alas y de halo, entrega la partida de matrimonio y recibe la propina, que se llama Love donation.
El automóvil, cuerpo renovable, tiene más derechos que el cuerpo humano, condenado a la decrepitud. Estados Unidos de América ha emprendido, en estos últimos años, la guerra santa contra el demonio del tabaco. En las revistas, la publicidad de los cigarrillos está atravesada por obligatorias advertencias a la salud pública. Los anuncios advierten, por ejemplo: "El humo del tabaco contiene monóxido de carbono". Pero ningún anuncio de automóviles advierte que mucho más monóxido de carbono contiene el humo de los coches. La gente no puede fumar. Los autos, sí. (...)

viernes, 14 de septiembre de 2007

Sobrepeso

Bien es sabido el problema de obesidad que existe en los Estados Unidos. Las estadísticas son espeluznantes y los gorditos rompemos con todos los pronósticos y las balanzas. La obesidad ya se está considerando como la primera causa de muerte y son casi el 31 % de la población, unos 60 millones, que sufren este mal. Las alarmas han saltado al descubrirse que casi el 65 % de la población tiene sobrepeso.
Pero no es necesario ir a las cifras y a los gráficos de barras para ver lo mal que comen y lo peor que se cuidan los estadounidenses. Simplemente basta con recorrer las calles o entrar a los súper y mega mercados, para comprobar por qué la obesidad en este país es una epidemia muy difícil de erradicar y un dolor de cabeza para la economía y el sistema sanitario. Además basta con oler los restaurantes de comida rápida y con ver como en vez de usar las dos piernas para moverse, los estadounidenses se transportan a donde sea únicamente sobre cuatro ruedas. Es fácil darse cuenta de que encontrar una persona sin sobrepeso en este enorme país es una tarea para detectives.
Hablando de quilitos de más y hamburguesas del Madonal, me voy a dar una vueltita por el barrio, a ver si despisto a las estadísticas que me persiguen.

Sin aditivos ni añadidos

Ha llegado a mis oídos, un comentario sobre las cosas que escribo y principalmente en el estado en que las escribo. Un lector esporádico del Katalejo me dice que muchas veces cuando lee mis anotaciones de viaje queda perplejo ante los innumerables descarrilamientos que sufren mis ideas a lo largo de las líneas de este blog. Agrega que cuando llega a esas oraciones surrealistas, fuera del alcance de la imaginación, echa la vista a la derecha y mira detenidamente la foto difuminada en blanco y negro, en la que estoy yo mirando por un catalejo de papel de diario, para llegar a la conclusión, inexacta agrego yo, de que los deslices se deben a lo que fumo, porque, dice él erróneamente insisto, la foto deja claro que estoy envuelto en una nube de humo con un porro gigante de marihuana en la boca.
Estimado lector ocasional, lamentablemente no necesito sustancias estimulantes en el cuerpo, más que un café cargado, para apedrear con saña el diccionario y para exprimir los lugares incorrectos de mi cerebro, de los que se desprenden esos jugos agridulces de los disparates que son en definitiva los encargados de mover así y asá los dedos desbocados de mis manos. Una locura, lo reconozco, pero muy sana, sin aditivos ni añadidos.

Postales de Ames


Colaboración

Soy el nuevo colaborador momentáneo de otro blog. Se trata del blog de mis sobrinos que se llama http://www.matiysanti.blogspot.com/. Si quieren darse una vuelta por ahí y ver más fotos y videos de los peques están invitados.
Ajunto mi mensaje de presentación que se puede ver en el blog de Mati y Santi.


Me presento y me voy

Hola y me presento. Soy Alejandro, el tío de mis sobrinos, el marido de mi esposa Mariana que es hermana de Lucía, mi cuñada, la madre de Santiago que está casada con Valentín, el padre de Matías, que es hermano de Santiago y viceversa, que si no lo saben, son gemelos, son dos, por eso antes dije sobrinos, en plural y casi con babero. En resumen, soy el más negro de los que aparecen en alguna que otra foto a lo largo de este blog, al que accedo gracias a que, en un acto de irresponsabilidad, los padres de Mati y Santi, me han dado permiso para hincarle mi diente desafilado mientras dure mi estancia en los Estados Unidos, en el lujoso Picasso-Gutiérrez Hotel & Spa.
Desde un principio, cuando me plantearon la tarea, supe que iba a ser difícil poder controlar mis impulsos, impulsados por vaya a saber que neurona, que se descontrola al tomar contacto con un teclado hasta llegar al punto de plantearme a mi mismo, en este mismo momento, dejar este mensaje por acá y dedicarme a subir las fotos de los niños y de su contexto, que para divagues ya tengo mi propio almacén de productos perecederos, ubicado al final de esta misma calle etérea, allá donde dice http://www.elkatalejo.blogspot.com/
en aquel tuerto cartel luminoso que pende torcido arriba de un viejo zaguán que invita a pasar sin llamar. Chau y me voy.

Carteles



Cosas CuriUSAs

La corriente eléctrica de las casa es de 110 voltios. Por lo que si queremos conectar aparatos de otra parte del mundo irremediablemente hay que usar adaptador. Pero no tan rápido, también la conexión al toma corriente es distinta porque son dos clavijas chatas, por lo que, nuevamente, adaptador con él.

La fecha abreviada se expresa en un orden diferente al nuestro. Primero ponen el mes, después el día y posteriormente el año. Hoy 14 de septiembre, quedaría así: 9/14/07. Lo complicado es cuando se carece de esta información y la fecha puede crear confusión, por ejemplo, 1/9/07. Esto lo aprendí después de comerme varias cosas vencidas.

Los líquidos se miden en galones. 1 galón es, si no me salen mal las cuentas, 3,78 litros.

El peso se mide en onzas, libras y toneladas. 1 libra equivale 0,452 kilogramos. Atenti porque en el supermercado todo está en libras y el precio muchas veces es engañoso, cuando crees que el kilo de papas vale tanto, en realidad es una libra, casi la mitad de lo que pensaste.

La temperatura se mide en Fahrenheit. Hoy por ejemplo los carteles luminosos de la calle indicaban 68 grados, no se asusten como yo, son Fahrenheit, los equivalentes a 20 grados Celsius, los de toda la vida.

La longitud se miden en pulgadas, pies, yardas y millas. Una milla es 1,6 kilómetros. Me pasó que cuando iba por la ruta, los carteles que anuncian la velocidad máxima ponen 65, 50, 40, etc. y mi ignorancia salía a flote cuestionándome si era que los yanquis eran tan respetuosos con la velocidad en carretera que solo iban a 65 kilómetros por hora.

Todo esto sumado a los precios que están en dólares, por lo que para sacarlo en Coronas suecas lo multiplico por siete, para luego sacarle un cero si lo quiero en euros y después lo multiplico por 30 para llevarme un susto de muerte en pesos uruguayos.

El barrio


Como en una película

Caminar por las calles de la ciudad de Ames me recuerda a las películas yanquis que veía y veo en el cine o en la tele. Las calles arboladas, llenas de sombra, con casas lindas, fundamentalmente de una planta y media y techos a dos aguas, con amplios fondos y frentes verdes y floridos, arreglados y perfectos. El olor a césped cortado sobrevuela constantemente por las pavimentadas calles lisas y sin arrugas que serpentean poco o nada, uniendo toda la ciudad, en una perfecta cuadrícula, como un reluciente tablero de ajedrez. Los jardines delanteros son atravesados por unos caminos angostos de cemento gris que sirven para que los pocos peatones que se ven puedan desplazarse. Por nuestra breve experiencia, los pobladores de Ames son muy simpáticos y cordiales y no dejan de saludar cuando nos ven por la calle, y según dicen también, se caracterizan por ser muy hospitalarios y generosos. Por esta característica, en vez de ciudad chica, se la podría definir como un pueblo grande.
Cabe destacar que en muchos casas, generalmente clavados en el césped, se ven carteles rojos con letras blancas en los que se puede leer: “Support the troops. END THE WAR” (Apoya nuestras tropas. Fin de la Guerra) No todos están a favor de una guerra sin sentido, a pesar de que creamos que por tener la bandera de los Estados Unidos, ya sea en los mástiles blancos y largos puestos en mitad del jardín o colgando en los aleros de las casas en unos mástiles más chicos, sean todos unos patrioteros inconscientes de lo que pasa en el mundo y orgullosos de su política exterior. Los hay pero por suerte no todos piensan así.
Los garajes, que a veces ocupan la misma superficie que la casa, son inmensos depósitos de herramientas y objetos acumulados durante años que pasan a ser obsoletos por el rápido avance de la tecnología y lo fácil que es acceder a ellos. Los famosos garage sales, improvisados remates sabatinos a la puerta misma del garaje, sirven para liberar espacio y ganarse unos pesos, aunque esto último puede resultar más un hecho anecdótico y divertido que estrictamente comercial, ya que los precios de las cosas usadas son a veces irrisorios. No caben dudas de que esta actividad de fin de semana es uno de las marcas registradas de este país, junto con la M de las hamburguesas, el gaucho de Marlboro y millones de cosas más.
Y me olvidaba, el aro de básquetbol a la entrada, en la puerta del garaje o en la vereda, y el ómnibus amarillo de escolares, y el niño en bicicleta con gorro rojo echado para atrás repartiendo los diarios, lanzándolos como un boomerang australiano hasta la puerta donde minutos después el señor o la señora ataviado con una bata blanca sale a recogerlo y saluda con la mano al vecino sonriente que se va de su casa en una 4 X 4 oscura, tan ancha que casi no cabe en la calle, bajo un cielo celeste y lleno de sol. Ah, como en una película, sí.

domingo, 9 de septiembre de 2007

IOWA (hay ogua)

La bandera de Iowa es como la francesa, azul, blanca y roja, con la diferencia de que esta tiene un águila en el medio con la inscripción que dice: “Nuestras libertades es lo que preciamos y nuestros derechos mantendremos”. La unión con Francia viene porque los EEUU compró a los franceses el territorio en el que en 1846 se creó el estado número 29 llamado Iowa.







Iowa debe su denominación a la tribu con el mismo nombre que habitaba en la zona.

Iowa tiene una superficie similar a la de Uruguay y se divide en 99 condados. El condado en el que está Ames es Story Council.

La población de Iowa es de 2.950.000 de hab. Ames se encuentra dentro de las ciudades más poblados con 50.000 hab. La capital del estado es Des Moines y tiene 197.000 hab.

Los Iowans más famosos (y que conozco) son los actores John Wayne y Elijah Wood (Frodo en el Señor de los anillos), “Buffalo Bill”, el músico Glenn Miller y los súper gemelos Mati y Santi Picasso Gutiérrez.


En 2005,
Iowa es líder nacional en producción de chanchos, maíz, soja y huevos.

Los famosos Puentes del condado de
Madison están en Iowa. Los históricos puentes cerrados son famosos gracias a la publicidad que les dio la película romántica de Clint Eastwood, también por su buen estado de conservación ya que datan del siglo XIX además de que se les invirtieron 150.000 dólares para la película. Hace muchos años que los puentes están incluidos dentro del Registro Nacional de Lugares Históricos, pero pasaron a ser atractivo turístico 100 % cuando en 1995 salió la película ambientada en la zona.





(Todos los datos verídicos fueron extraídos o profanados de la Iowa Travel Guide 2006, el resto son pura imaginación del que firma).

La Uni

La Universidad de Ames, la Iowa State University (ISU) es una de las dos universidades del estado de Iowa. La universidad cuenta con un campus enorme donde se concentran todas las facultades, principalmente aquellas que tienen relación con la agricultura y la ganadería. En Agronomía estudian y trabajan Lucía y Valentín. La mayor parte de la población de Ames (53.000 hab.) tiene alguna relación con la universidad, ya sea porque son estudiantes, profesores, funcionarios, etc.
El equipo de fútbol americano de la universidad son los Cyclones. Un cardenal musculoso es el símbolo de la universidad y del equipo. El nombre se debe a la cantidad de ciclones y principalmente tornados que soplan por esta zona. Sin ir más lejos, el segundo día de estar acá en Ames, el miércoles, empezó a sonar la alarma que previene a los habitantes de que un tornado se acerca. Ante nuestro desconcierto los dueños de casa nos informaron de que todos los primeros miércoles de cada mes comprueban el buen funcionamiento de las alarmas. En el caso de que un tornado se aproxime, hay dispuesto un sótano para refugiarse. Según la experiencia de los lugareños, el sótano es el único lugar que con suerte puede salvarse de la fuerza destructora de un tornado.
De paseo por el inmenso parque donde está ubicado el campus, recorrimos bajo un calor húmedo, por momentos agobiante, las distintas facultades y los edificios emblemáticos. Por suerte el camino siempre está protegido por árboles frondosos que sirven para paliar el calor.
En el medio del campus hay una torre con un reloj que suena cada 15 minutos. Atrás, está el memorial donde se recuerda a los estudiantes de la universidad que han muerto en las distintas guerras que ha librado EEUU. En las paredes se pueden leer cientos de nombres de fallecidos en la Primera y en la Segunda Guerra Mundial, además se ven las fotos de los dos jóvenes estudiantes muertos recientemente en Irak.
Una cosa que me llamó mucho la atención fue la forma de vestir de los estudiantes. Casi todos usaban prendas que tuvieran un distintivo que nombrara la Universidad, el Estado o en su defecto a los Cyclones.
El Campus al igual que la ciudad en general es un lugar muy bonito, verde y limpio, amplio y tranquilo, con edificios bien conservados y bien embanderados con los bastones rojos y blancos bajo el cielo azul lleno de estrellas que no dejan de agitarse al compás de una brisa caliente y asfixiante, de esas que dan sed de una buena Coca cola helada.

Imágenes del campus de la Iowa State University


De paseo

Vamos de paseo, pi pi pi, en un auto cool, pi pi pi. Cuando la familia se agranda lo primero que hace una familia estadounidense es comprarse una camioneta "van" para 6 pasajeros por lo menos. Como nuestros anfitriones son un poquito yankees y además la familia se les multiplicó de un tirón, no tienen más remedio que adaptarse a las exigencias de la cultura en donde están sumidos. La comodidad es también para los visitantes que pueden viajar con ellos sin problemas de espacio.
El primer paseo fue sin rumbo fijo. Salimos en dirección este, hasta que los bebés aguantaran pacíficamente en sus sillitas. Bajo un cielo celeste y claro comprobamos la existencia de plantaciones infinitas de maíz y soja a ambos lados de la carretera. Las granjas conservan los viejos graneros de antaño y se han ido adecuando al progreso con silos inmensos, tan grandes como los de una cooperativa de granos uruguaya, pero que en este caso son privados pertenecientes a un solo productor.
Todo parece prepararse para la cosecha que cerrará el año productivo hasta el comienzo del siguiente, después de que la nieve y la lluvia arrastren los químicos que ha chupado la tierra hacia los ríos que serpentean por la zona, como el Iowa River y el río Mississipi que hasta por acá llega, o mejor dicho nace.
El camino plano y recto nos llevó hasta una zona de Iowa que pertenece a los Meskwaki, los últimos descendientes de una tribu indígena que fue expropiada de sus tierras por ley divina. Alguien cuerdo se dio cuenta de que lo que habían hecho estaba mal y trataron de compensarlo regalándoles un trozo de tierra para que hicieran lo que quisieran. Estas tierras no están bajo las leyes ni el sistema tributario de los EEUU por lo que los Meskwaki, como el resto de tribus que han recibido tierras para limpiar los pecados blancos, van y ponen un casino. El Meskwaki Bingo Casino Hotel es un ejemplo claro de lo últimamente hacen estas tribus con sus tierras. Meten un casino y se forran de dólares ya que ni siquiera pagan impuestos. Confinarlos en un trozo de tierra, reservas, es una manera de controlarlos ya que afuera de ese territorio siguen dejados de lado. Esto genera problemas de alcoholismo en los integrantes de las tribus, debido al estado ocioso en que se encuentran y la cantidad de plata que ingresan con sus negocios.
Volvimos a casa sin haber jugado una ficha y guiados por los mismos maíces que amarillean al costado de la ruta, pegándose tanto el uno con otro que llegan a unirse en el horizonte con el cielo celeste, aunque cueste, creer.

El Meskwaki Bingo Casino Hotel

SANTIAGO


MATÍAS

Los sobrinos

Se complica a veces el blogueo porque no puedo escribir con los brazos ocupados por sobrinos. No dan tregua. Pero a final son unos divinos los guachos, por lo general tienen buen humor y no parar de reír. Solo les hablas y se ríen, son unos simpáticos. Salieron al tío, aunque mi sangre no tengan, eso se contagia por el aire. Además se pasan tardes enteras hablando en un idioma que no entendemos, quizás sea por eso que al rato, al ver que nadie entiende, se ponen majaderos y empiezan a sublevarse. Santi es el que más conversa y el más ágil a la hora de jugar en el suelo. Mati es más tranqui, y le va menos el ejercicio. La diferencia más notable que tienen es que Santi tiene menos cabello que Mati, en el resto son muy parecidos.
Hemos comprobado, in situ, lo que es tener bebés, y más cuando la naturaleza quiere que sean dos. Son divinos, una dulzura, pero hay que reconocer que llevan su trabajito. Los pobres padres andan estirados tratando de terminar las Tesis para recibirse. El poco tiempo que tienen libre lo aprovechan para adelantar algo de trabajo. Las visitas son importantísimas para alivianarles la intensa rutina de los bebés. Por eso acá estamos, con la camisa remangada y disfrutando a tope de los sobrinos.

viernes, 7 de septiembre de 2007

Gotemburgo-Madrid-Filadelfia-Chicago-Iowa (Parte ONE)

I


Después del picnic ventoso que tuvimos a la orilla del lago, volvimos al apartamento para dar los últimos retoques a las valijas y para relajarnos un poco antes de emprender la marcha. Bajo la misma lluvia que nos dio la bienvenida hace casi dos meses, nos enroscamos en abrazos de despedida. Como era humanamente imposible ir todos al aeropuerto, los abuelos y la nieta fueron los encargados de acompañarnos.
Bajo un llanto torrencial llegamos a Säve, el segundo aeropuerto por lejos de Gotemburgo, aunque hay que reconocer que el auge que han tenido las compañías de bajo coste, especialmente Ryanair, provocó un aumento importantísimo de pasajeros por lo que el aeropuerto se debe adecuar a las exigencias. Esto pasa con muchos aeropuertos chicos que al ser más baratos para las compañías, cobran mucho protagonismo y llegan a tener un movimiento increíble. Cada vez que venimos o nos vamos de Gotemburgo comprobamos que alguna ampliación se ha hecho.
Pero en los detalles arquitectónicos nos centraríamos mucho después del penúltimo beso que nos dimos afuera y de la penúltima vez que vimos el bracito levantado de Valentina haciéndonos un pequeño adiós.


II


Me tienen los huevos llenos!. Así de contundente y de mal hablado debería gritar a los cuatro vientos este sentimiento que me oprime el corazón y la entrepierna. Pero claro, como soy tan cobarde y en el fondo respetuoso, me conformo con revolver en la cartera de Maria y buscar un papel y una lapicera para escribir lo que ocurre en este mismo instante en este incómodo y apretado viaje.
Encontré tres soportes de papel para la escritura. Un trozo de una tarjeta de embarque del viaje anterior con Ryanair, una hojita rosada y un pañuelo de papel con un uso, nada más, pero que en este momento algo es muchísimo.
Los que logran colmar mi paciencia son dos españoles, seguramente se trate de una pareja afincada en Suecia, que tratan de explicar a una suequita de ricitos de oro como se dice "buenas noches" en español. No estoy en contra de la enseñanza del idioma castellano, todo lo contrario, a lo que sí me opongo es a la instrucción a los gritos de lo que sea. Hablan tan fuerte que ni el ensordecedor y permanente ruido de las turbinas logran apaciguar sus voces. Están en la fila de 3 asientos de la derecha, enfrente a nosotros. Y no paran eh, ni miras todavía. Y yo que tenía tantas ganas de echarme una cabeceadita en este viaje a Madrid. Maria y yo estamos en la otra fila de 3 asientos separados de los insoportables por un pasillo angosto en el que desfilan las azafatas tratando de vendernos algo. Mi asiento es el del medio, Maria a mi izquierda duerme plácidamente al compás del arrorró de los motores, haciendo caso omiso a las clases de español urgente de nuestros amigos. Está hecha una media luna sobre la mesa azul de quitaipón con la campera de almohada y la nuca en la ventanilla que no muestra más que la oscuridad de la noche.
A mi derecha, completando el sándwich, una sueca lee una “Caras” en sueco con tanta compenetración que me da no se que molestarla para levantarme a por mi libreta de apuntes y así evitar seguir hurgando en la cartera de Maria en busca de más pedazos de papel para acribillar con esta Bic venida a menos.
El reloj marca las 23,30 horas, 2 de esas horas corresponden a lo que va de viaje, está faltando poco más de media hora para llegar a Madrid. A todo esto, los gallegos asuecados siguen explicando a la rubia que hacer en caso de incendio en Madrid y a mí, con un hilito fino de paciencia, se me terminó el papel.


III


Cuando la sueca de mi derecha se fue al baño, aproveché la volada para despegarme de asiento e ir a buscar la flamante libreta que me regalaron mis suegros, seres tan buenos y con tanto aguante que no pierden jamás las esperanzas de leer cosas mejores que estas.
El capitán del vuelo, 100 % argentiiino, anuncia el comienzo del descenso, lo very nice del clima y los 20 grados de temperaturas. Entonces los oídos comenzaron a taparse y en ocasiones a doler. Las turbinas comienzan a aminorar la marcha sin llegar a apagarse y el avión lentamente desciende planeando sobre la mole de cemento madrileña. No pegué un ojo en todo el recorrido, no pude por lo ya comentado, a pesar del cansancio acumulado en un día largísimo en Gotemburgo y la centena de páginas que me he devorado del libro de Pérez-Reverte, la tabla de Flandes para más detalles, ahora aparcado bajo a libreta debido a que los ojos no dan para más, están tan chiquitos que las letras se me amontonan, bailan, serpentean en las hojas amarillentas de los últimos capítulos.
Cuando los oídos se me tapan, no intento hacer nada para destaparlos. Debería mover la mandíbula abriendo y cerrando la boca varias veces pero para qué, los vecinos, aumentando cada vez más los decibelios siguen empeñados en que la piba sepa como pedir un baño en un restaurante de la capital española.
Si sumamos las clases de español a grito pelado, con el calor sofocante de dentro del aparato, con el berreo de los niños con oídos doloridos, con los asientos angostos y con un ángulo de no más de 92 grados que rompen espaldas y cóccix de cualquier cristiano, nos da un viaje barato y eterno.
Como último comentario antes del hasta luego y el nos vemos abajo, les dibujo en sus mentes con trazos gruesos y apurados, una noche limpia y serena, casi sin estrellas, apoyada en una gran alfombra persa tejida pacientemente con pequeñísimas bolitas de fuego que se agrandan a medida que nos acercamos.
Tengo que abrocharme el cinturón y cerrar la mesita que me sirve de apoyo. A punto de pisar suelo de Madrid, de "madriz", de los madriles, se apagan las luces para disponer de toda la energía en el aterrizaje.


IV


La pareja de pilotos porteños, hicieron un trabajo destacable, depositando el ave de chapa casi sin que se notase, sin los corcoveos característicos de un aterrizaje que al final no recibe los aplausos del público. En este caso hubo aplausos y serpentinas porque se los merecían che!
Son las 12 y media de la noche, recién, diría uno que tienen que esperar unas 12 horas para dormir en la cama de un hotel dulce hotel. Es que llegábamos tan tarde que no valía la pena gastarse una noche más. Las horas se van a pasar rápido. Lo mejor era buscar un lugar cerca de un toma corriente porque tenemos algunas películas para ver mientras degustamos alguno de los sándwiches exóticos que nos preparó Laura antes de salir de Gotemburgo.



V


Las 7 de la mañana del día domingo. Después de deambular con el carro cargado de valijas por la segunda planta de la Terminal 1 de Barajas, buscando un lugar más tranquilo, sin tanto tránsito y en donde pasemos más desapercibidos para la gente que va y viene por los corredores y que no deja de mirarnos intensamente. Levantamos campamento por lo menos 3 veces, antes de asentarnos por fin entre una veintena de viajeros de bajo coste que se distribuyen en parejas o en grupos acurrucándose con lo que tienen y con el que tienen a mano.
La noche se fue entre una comedia sueca que nos hizo reír un poco y las páginas de los libros que leíamos intermitentemente. A una hora de la madrugada que no recuerdo, nuestros ojos empezaron a arder, por lo que dormimos de forma discontinua con un ojo entreabierto hasta que una máquina de limpieza empezó a lustrar el piso donde estábamos. El ruido hizo levantar el campamento a todos, incluso a nosotros, que con la cara recién lavada esperamos que amanezca en Madrid.

El metro de Madrid


Gotemburgo-Madrid-Filadelfia-Chicago-Iowa (Parte TWO)

VI

Organizados como en contadas ocasiones, alquilamos un hotel justamente en la boca del metro que nos trajo del aeropuerto. A la una de la tarde, soltábamos las valijas en la habitación que caían como bolsas de papa en el piso moqueteado. Estábamos con hambres, de una cama por un lado, y de comida por otro. Como no podíamos mover más el esqueleto, primó la cama. Nos manyamos 7 horas de sueño continuo, sin cortes, con postre y todo. A las nueve salimos a comprar algo para saciar la otra hambre. Salimos luciendo unas camperas que los 20 y pico de grados que hacían las transformaban en objetos ridículos y de fuera de temporada. Solamente un ultramarinos atendido por chinos o en su defecto por orientales, puede estar abierto. Pan, mortadela, agua, algún chocolate de postre y unas frutas, que al fin y al cabo puede terminar saliendo lo mismo que un menú en un restaurante, fue lo que comimos a la luz del televisor. Un telediario y una ducha después estábamos en la cama otra vez para completar las 16 horas con el ojo pegado, que equilibraron el balance del sueño que traíamos en números rojos.

VII

A las once horas estábamos otra vez en Barajas haciendo la cola para el check in del vuelo 741 de US Airways a Filadelfia de la 1 de la tarde.
Primer control. Cuando solamente teníamos dos personas delante nuestra, se nos acerca una joven de la compañía a pedirnos los pasaportes y preguntarnos sobre el equipaje, a dónde íbamos, por qué motivo, dónde nos quedaríamos, por cuánto tiempo, etc. Aunque sabíamos que todo estaba en orden, siempre pasa que nos pone muy nerviosos estas situaciones y la ansiedad es tal que querés estar ya del otro sentado esperando que abran la puerta de embarque.
Segundo control. Un poco lento para la cantidad de personas que había esperando pero sin inconvenientes. Despachamos las dos valijas grandes.
Tercer control. Nos metemos en un brete en zigzag para pasar por el escáner los bolsos de mano y a nosotros mismos. Pa´ fuera todo lo que sea de metal, monedas, cinturones, relojes, además de las billeteras y las camperas. Se imaginan el caos que se genera cuando la gente recoge las cosas de las bandejas que han rodado por la banda. La gente se amontona a la salida arreglándose los pantalones observando con cuatro ojos que nadie le toque las cosas de su bandeja. Es estresante y se llega a putear al sistema de control tan estricto, pero si uno lo ve más allá de las molestias, se termina aceptado porque es por tu propia seguridad.
Cuarto control. Cuando creíamos que todo había acabado, cien metros más adelante, en una garita de vidrio, esperaba un policía con cara de exigir ver los pasaportes y las tarjetas de embarque nuevamente. Rápido y a vuelo de pájaro, buscó la hoja donde descansa, digna de respeto y orgullo, la visa expedida por los United States of América con una década de validez. Cuando la encontró, agarró el sello de salida y lo estampó en la hoja siguiente.
Quinto control. Antes de llegar a la puerta de embarque (25 para los cabalistas) otra cola se había formado. Otra vez teníamos que mostrarle el pasaporte y la tarjeta a los señores que insistían con preguntas como quién hizo las valijas, si llevábamos regalos, si las habíamos tenido todo el tiempo con nosotros, y bla bla.

VIII

Ahora lo único que queda es meterse en el fuelle que une la puerta de embarque con la puerta delantera del avión. A escasos cincuenta metros estaba parado un azafato que nos recibía con cara sonriente y nos indicaba por cual de los dos pasillos debíamos seguir para encontrar nuestros asientos. A sus espaldas comenzaba la zona vip, la primera clase, el lugar de los afortunados que pueden pagar además de un buen servicio, un asiento más cómodo, más ancho y más reclinable que el nuestro de clase turista o económica. Al final del pasillo en la fila del medio estaban los asientos 37 C y D, sin ventanilla y en el culo del avión.

IX

Puntuales, a la 1 de la tarde, entramos en la pista, prontos para el despegue. 15 minutos después rodábamos como un fórmula 1 con alas para tomar el impulso necesario para remontar el vuelo. El pájaro pudo por fin sacudir sus alas. Instantes después sentí en el pecho algo punzante y frío. Para mi sorpresa, el mismísimo Tío Sam, inmortal y serio como siempre, había puesto su dedo afilado en mi pecho. “I want you”, dijo en un perfecto inglés norteamericano y posteriormente me hizo una guiñada cómplice que duró hasta que dijo en uruguayo montevideano: “Ale, que te guste mi país y disfrutá mucho de tus sobrinos. Good luck, brother”.

X

En total, siete horas y media de viaje. 217 minutos se fueron en 2 películas (300 y Cerdos Salvajes) que elegimos en la pequeña pantalla ubicada enfrente de nuestras cabezas, una para cada uno de los pasajeros. Un invento increíble. Uno va al menú y puede elegir una película, un documental, música, una serie de TV. El resto del tiempo, ojeamos alguna revista, fuimos al baño y estiramos las piernas como recomiendan para facilitar la circulación sanguínea un poco estancada en estas situaciones. Dormimos muchas veces pero muy poco tiempo. Unos 20 minutos después de que el avión logró estabilizarse en la altura adecuada, el personal de cabina, 3 azafatos y 3 azafatas, empezaron a servir la comida. Se podía optar entre pasta o pollo. Como somos casi los últimos para optar por un menú o por otro, era evidente que una de las opciones se acabaría antes de llegar a nosotros por lo que nos ahorraría la difícil decisión. Nos conformamos con el pollo, que venía muy arregladito dentro de una bandejita de plástico herméticamente cerrada con un nylon transparente. El resto del menú, ubicado en diferentes compartimentos hechos a medida para que entraran perfectamente en una bandeja de cartón, se componía del platito principal, una ensaladita de fruta, un potito con mousse de chocolate, 4 galletitas saladas, un croissantcito, un cuadradito de manteca. Aclaremos que uso diminutivos para hacer notar que por más que suene a mucha comida, en sí, lo que dan es un menú infantil.

XI

Mientras comíamos un refuerzo de jamón y queso que minutos antes habían servido, rellenábamos unos formularios obligatorios para presentar en la llegada. Uno era para la aduana, el azul, el blanco era para mí que necesitaba visado, el verde para Maria que no necesita visado por tener pasaporte sueco. Ya sobrevolamos Estados Unidos, en breve comenzábamos a descender en Filadelfia.

Gotemburgo-Madrid-Filadelfia-Chicago-Iowa (Parte THREE)

XII


Las turbinas que ya no turban tanto los oídos, parecen aminorar la marcha. Es señal inequívoca de que empezamos a bajar, por las buenas o por las malas. Mientras los oídos se tapan y el estómago empieza a sentir sensaciones extrañas pienso en nuestro primer destino, Filadelfia. Aunque en esta oportunidad no conoceré nada de esta ciudad, salvo los pasillos de su aeropuerto, me pregunto qué es lo que sé de esta ciudad. Y me vienen a la memoria cosas relacionadas como que el equipo de básquetbol de la ciudad se llama Filadelfia Seventy-sixers, que hay un queso llamado así, como la película protagonizada por Tom Hanks y Antonio Banderas, y como la banda sonora de la misma interpretada por Bruce Springsteen. Y poca cosa más, por ignorancia o por alzheimer. Ni la canción, que la he escuchado millones de veces …On the streets of Philadelphiana na na na.

XIII


Como habrán leído poco tengo que comentar de la ciudad desde el aire ya que al estar en la isla como le llaman en términos aeronáuticos, no tenía ninguna ventana cerca para mirar. Eso sí, puedo jurar que el cielo estaba despejado y muy celeste.



XIV

El reloj enroscado en mi muñeca marca las ocho y media de la noche, hora española o sueca. Son las dos y media, pero de la tarde en Filadelfia, una y media en Chicago. ¿Qué hora son mi corazón? ¿Qué hora son en Uruguay? Son las 3 y media de la tarde.



XV


Entre el calor de los motores y los rayos del sol que caen y se conservan en el cemento del aeropuerto, desfilamos otra vez por otro fuelle en busca de la puerta que nos metiera de una vez el los Estados Unidos. Con los pasaportes en una mano y un surtido de papelería Mosca en otra hicimos la quincuagésima tercera cola en uno de los 40 mostradores dispuestos para recibir a los visitantes. Un policía tan rubio y amable como automático preguntó a que veníamos. Vakeishon, dijimos. Controló los papeles y nos pidió que pusiéramos el dedo índice de la mano izquierda primero y de la derecha después en un pequeño aparato con una luz roja que escanea las yemas de los dedos. Inmediatamente después, con una camarita redonda, muy similar a las cámaras Web, estampó nuestros rostros en el monitor de su computadora para la posteridad. Antes de hacer la sonrisa prefabricada y preensayada en la cola me agarro de improviso desprovisto de ella, por lo que mi cara, una vez más, fue la cara de un sospechoso de algún delito cometido o por cometer.
Welcome to the U.S.A., dijo él. Zen kiu, dijimos nosotros a coro, agarramos los pasaportes y nos perdimos por otro túnel rumbo a las valijas y a la aduana.


XVI


Levantamos las valijas cansadas de dar vueltas y vueltas sobre la cinta transportadora. Recorrimos un amplio e iluminado pasillo hasta toparnos con 3 mostradores atendidos por otros 3 aduaneros. Uno se levantó, el pelado de lentes, y gritó desde su quiosco, Come here!. Era a nosotros. Passport and boarding pass, please. Miró los pasaportes y las tarjetas displicentemente y levantó la vista por encima de los lentes bifocales para mirarnos a nosotros dos unas 25 veces, con una sonrisa sobradora en los labios. Finalmente dijo OK, go. Nos devolvió los papeles y seguimos nuestro camino. No se me va a olvidar jamás la cara del cerdo este hijo de puta (exkius mi).



XVII

Al pasar los bolsos por el escáner surge un problema. Me llaman. Me acerco descalzo porque también te hacen sacar los zapatos para pasarlos por la máquina y me hacen abrir la valija problemática. No eran bombas, ni armas, ni detonadores, ni hojas de afeitar, ni drogas, era simplemente una tostadora de 100 pesos que compramos de oferta en Gotemburgo. Una vez comprobado lo inofensivo del aparatejo dejaron que me siguiera vistiendo.


Gotemburgo-Madrid-Filadelfia-Chicago-Iowa (Parte FOUR - The End)

XVIII



El avión que nos lleva a Chicago se achicó bastante, aunque es bueno reconocer que en el mismo espacio donde ahora entran 4 asientos y el pasillo al medio, las compañías de bajo coste que acostumbramos utilizar, meten hasta seis asientos. Se que tengo que dormir pero no puedo. En cambio lo que hago es acribillar a la pobre libreta con movimientos suaves para no perturbar el sueño de Maria que duerme o intenta hacerlo apoyada en mi hombro derecho. Sobre mi hombro izquierdo no dejan de pasar, de rozar, de empujar, de menear, las partes traseras y delanteras de los hombres y las mujeres que van y vienen del único baño del avión ubicado justo a mis espaldas.



XIX



Llegamos a Chicago a las 8 de la noche de Chicago. Atrasé el reloj de pulsera siete horas pero ni sé ya que hora marca el reloj biológico. El aeropuerto es uno de los más grandes del mundo, una ciudad dentro de otra inmensa. Tuvimos suerte de que todo nos quedó cerca porque enseguida ubicamos la parada en donde tomaríamos el ómnibus a Rockford, ni idea para que lado queda. Allí nos estaría esperando Sara, una amiga de Lucía y Valentín que casualmente va para Ames, Iowa, nuestra última parada. Está previsto que lleguemos en la madrugada, sobre las 3.


XX



Las valijas entraron casi a presión en el auto. Fueron unas seis horas de viaje por unas carreteras rectas y planas, un aburrimiento para el que le toca manejar. A ambos lado del camino solo hay plantaciones de maíz que la oscuridad de la noche no nos deja ver, para qué, si dicen que es la monotonía en persona y además ya tendremos la oportunidad de contemplar tamaño espectáculo. Se dice y se huele que al entrar en esta zona de Iowa el olor a gallinero y a chiquero se puede percibir como una suave brisa. La población de chanchos, por ejemplo, es cinco veces superior a la de personas. Hasta ahora me guío por los comentarios porque no he visto ni un solo chancho ni he olfateado nada parecido.



XXI



Minutos antes de que dieran las tres de la madrugada, llegamos a la casa de la familia Picasso-Gutiérrez. Subimos un par de escaleras sin hacer ni un solo ruido porque la moquet lo impedía. El edificio tiene 2 pisos y ellos viven en el segundo. Solo el chillido de nuestras valijas rompía aquel silencio sepulcral. Al abrir la puerta una luz tenue nos marca el camino por el angosto pasillo hasta el living. Y ahora qué. Valentín emergió de las profundidades de su dormitorio con cara de sueño frustrado, nos saludamos bajito, casi en silencio. Inmediatamente apareció Lucía ataviada con un camisón de seda dándonos la bienvenida. Los mellizos dormían en su cuna placidamente. Nos acompañaron a la mesa mientras comíamos algo, no sé si estábamos cenando, almorzando, merendando o desayunando. Enfrente al dormitorio de ellos estaba el nuestro ya dispuesto para recibir huéspedes. Antes de irnos a la cama, queríamos ver a los niños, que para eso vinimos. Con la luz de una lámpara apuntando indirectamente pudimos verlos dormir, despatarrados y angelicales, en una cuna que por ahora es enorme.

La travesía