lunes, 29 de octubre de 2007

Chicago, el principio del fin.

Últimos 3 días en América, como erróneamente le dicen algunos en Europa; en Norteamérica, como intentan corregirse metiendo a Méjico y a Canadá en el saco; en Estados Unidos a secas, como me gustaría que le dijeran.
Esta vez tocó Chicago, y en patota. Lu, Vale, Mati y Santi, se sumaron a la aventura. Era una sensación extraña porque por un lado volvíamos a estar todos juntos otra vez después de 10 días separados por desiertos y diferencias horarias. Pero, por otro lado, se trataba de la irremediable despedida, porque de Chicago, tierra de gangsters y rascacielos, salíamos directamente a España, tierra de toreros y aceitunas, esperando que no se cumpla aquello del viejo refrán: el que se fue de Sevilla perdió la silla (o el que ha dejado la silla vacía en Sevilla que no venga ahora a reclamar algo que no le corresponde, o algo parecido, o algo muy diferente).
Teníamos 3 días para disfrutar de la ciudad y fundamentalmente de nuestros sobrinos, que al final creo que lo conseguimos. Comprobamos porqué mucha gente nos recomendaba Chicago. No faltan rascacielos y edificios altísimos como los de Nueva York, pero eso sí, entre ellos existe mucho más espacio, más aire y más luz. No apretujan tanto, no es una ciudad tan agobiante como la Gran Manzana, al contrario, las calles son más amplias y, además, limpias.

Entre Monet, Van Gogh y Renoir.


Millenium Park

Mati y Santi sorprendidos ante las casas de gigantes.

La arteria principal, la Michigan Avenue, es conocida como la Magnificent Mile”, y en donde están los todos los comercios famosos, y por ende, caros. El Chicago River sirve para dar otro toque de color a la ciudad, canales que serpentean entre los rascacielos llevando excursiones flotantes de turistas.
La ciudad de Chicago está construida sobre el lago Michigan. Hay un lugar sobre la costa, al costado del Shedd Aquarium, desde el cual se puede ver toda la ciudad. Es uno de los mejores lugares para contemplar Chicago en cualquier momento del día.
En Chicago hay museos espectaculares que guardan y defienden como leones el arte y la historia de la humanidad, hay un parque futurista llamado Millennium Park que mezcla arquitectura y obras de arte de diseño moderno, hay gangsters en blanco y negro que pasean con las armas escondidas entre sus gabardinas oscuras, hay una ciudad que resurgió de las cenizas después de un fenomenal
incendio, hay “Mártires de Chicago” dormidos en la conciencia de los Estados Unidos, que un primero de mayo se rebelaron contra la explotación de sus patrones y a los que les debemos el Día Internacional del Trabajo, y hay por supuesto Blues del mejor.

Todo fantástico, pero las imágenes sublimes fueron dos. La primera, las caritas sorprendidas y boquiabiertas de nuestros sobrinos mirando hacia arriba, forzando la vista todo lo que podían, buscando el final de las casas interminables. Si nosotros nos sentimos una hormiga al lado de semejantes edificios, como se sentirán de pequeños estos gigantes hermosos de 5 meses. La otra imagen imborrable los tiene otra vez a ellos como protagonistas, porque es imposible borrar de nuestras mentes ese par de sonrisas que nos regalaron, a manera de despedida, dos segundos antes de cruzar la puerta y perdernos de vista.



Vistas desde el lago Michigan

"Magnificent Smile" (Pa comerlos)


La "Magnificent Mile" y el Chicago River


lunes, 22 de octubre de 2007

La Ruta Madre

Cuando la noche bajó el telón en el Gran Cañón, partimos, huyendo despavoridos de los hoteles caros, rumbo a un pueblo cercano llamado Williams, sobre la mítica Ruta 66, en busca de un típico motel de carretera.
Esta ruta tuvo el mérito de ser la primera que unió en los años 40 el este con el oeste de EEUU, desde Chicago a Los Ángeles. La ruta fue fundamental para el crecimiento económico de todo el país y salvó del aislamiento a las zonas más alejadas. El tránsito fluido de turistas y de camiones de un lado para el otro hizo necesario la creación de pueblos con los servicios básicos para abastecer a esos pobres que iban cruzando desiertos y zonas montañosas. Moteles, estaciones de servicio, restaurantes, bancos, oficinas de policía y de correo, tiendas de regalos, bares, museos, campamentos para motociclistas y todo lo que sirviera para entretener a los camioneros aburridos y turistas agotados, era con lo que contaban esos pueblos que se fueron fundando al costado de la ruta. La música, el cine y las series de televisión la hicieron un mito y las leyendas no dejaron de proliferar a lo largo de los más de 4000 kilómetros que tiene la ruta. La “ruta madre”, como fue apodada, es una parte muy importante de la cultura de los Estados Unidos, a pesar de que por los 80 fueron tantas las rutas que construyeron que la Ruta 66 fue quedando obsoleta y sólo se conservan pocos tramos aislados de la vieja madre de las rutas. Un trozo de la Histórica Ruta 66, como rezan los carteles de los pueblos que se rehúsan a perder ese toque mágico, sigue tal como estaba. Ese trayecto comienza precisamente en Williams y se separa de la autopista unos 70 kilómetros. Al entrar en ella todo se volvió más calmo y sereno, fue como entrar en otra dimensión donde el tiempo parece haber quedado rezagado. Es muy pintoresco ver a los grupos de moteros, por lo general mayores de 50 años, en sus Harley Davidson, que pasan levantando el polvo de los muchos pueblos fantasmas, muertos de sed y de angustia que yacen al costado de la ruta.

Williams


Hackberry

Como dije sólo nos separamos de la autopista unos 70 kilómetros, pero que se hicieron eternos porque era imposible no parar en los pueblos que siguen con vida. El primero fue Seligman, un pueblo que no tiene muchos habitantes, pero que se conserva tal cual. Los negocios, como la peluquería, los bares y los restaurantes ahora se dedican a vender souvenirs a los turistas que bajan corriendo de las excursiones y a los que se lo toman con más calma, como esas dos parejas de viejitos que andaban en sus impecables y relucientes Corvette de colección o los moteros sin casco ni protección de ningún tipo que solo quieren recibir el viento en la cara. Como yo, que en un par de ocasiones saqué la cabeza por la ventanilla y me tragué un par de moscas.

Kingman


Seligman


Más Seligman


Fue fantástico ver eso, la gente simpática y los lugares como ya lo dije, atrapados en el tiempo. Poraejemplo,ahabía un pueblo, Hackberry, que aparecía en el mapa y que solo era una ex estación de servicio convertida en un negocio de souvenir, pero que realmente parecía un museo.
No me acuerdo las horas que nos llevó transitar ese pequeño trozo de carretera pero en cada pueblo que se nos cruzaba por la Ruta 66, sentíamos la necesidad de parar y recorrerlo. Hasta que llegamos a la moderna autopista de doble carril y camiones corpulentos por doquier. En ese momento se nos cerró la puerta de la otra dimensión en la que lo pasamos realmente bien. Aunque parezca un poco loco y viendo los lugares en que hemos estado, este precisamente fue uno de los que más nos gustaron, será por ese saborcito fantasioso y bradburiano que nos dejó en la boca.

El Gran Cañón del río Colorado

Próxima parada, el Gran Cañón del río Colorado. A la mitad delacamino, comenzamos a ver enormes torres de alta tensión, parecidos a robots rígidos venidos de otro planeta que sostienen con sus brazos flexionados gruesos cables que llevan la luz a Las Vegas, California y vaya a saber a cuantas lamparitas más. A los pocos kilómetros encontramos la explicación a esta proliferación en el desierto de bosques enteros de estos árboles de metal. En el límite entre los estados de Nevada y Arizona está el Lago Mead y la gigantesca represa Hoover. El lago es la reserva de agua más grande de EEUU y la represa es, adivinen, una de las más grandes del mundo. Hay varios puntos de observación en los cuales se puede apreciar la tremenda obra de ingeniería, en los cuales paramos, hicimos una fotos y vega, ala, vamonó par Cañó der Colorao.
El paisaje desértico y montañoso se fue transformando en verde y boscoso en el estado de Arizona. Al llegar al Parque Nacional del Gran Canyon no encontramos lugar en los estacionamientos. Muchos autos y ómnibus de turistas.

Lago Mead



El Gran Cañón I


El Gran Cañón II

La represa Hoover

El Gran Cañón III


Existen 3 vistas, Este, Norte y Sur, nosotros fuimos a esta última, la mejor y más visitada (cerca de 5 millones al año). Todavía no habíamos visto nada de profundidad, solo árboles y grupos de turistas.
Cuando pudimos ver las profundidades del Cañón fue impresionante. Que agujero muchacho!! El Río Colorado, a unos 1400 metros, apenas se ve entre las rojizas mesetas, quebradas, crestas y rocas resquebrajadas que hace miles de años se han ido moldeando tras el desgaste del agua y el viento, y principalmente por muchos movimientos tectónicos que ha habido desde hace unos cuantos millones de años. Esta gran zanja roja mide 446 kilómetros de longitud y entre la Vista Sur y la Norte hay entre 16 y 29 kilómetros según el punto.
Hay varios puntos para contemplar el Cañón. El Mother Point es el más grande y famoso. Es espectacular echar un vistazo desde ahí, pero el resto de puntos no son menos, al contrario, complementan el asombro. Si se sufre de vértigo o te curás o salís corriendo despavorido. Nosotros por suerte no sufrimos de eso y llegamos a sentarnos con los pies colgando en los acantilados de 2 kilómetros de profundidad. Los puntos de vista están conectados por varios kilómetros de calles asfaltadas y se puede tomar un ómnibus que te deja en cada uno de los puntos de forma gratuita. También existen los caminos peatonales que bordean el Cañón y en los que se puede in caminando como por una cornisa, mirando de reojo a ese ojo rojo que te sigue y sigue.
Las fotos documentan algo lo que vivimos, vimos y disfrutamos pero lamentablemente no logran transmitir ni un diez por ciento las sensaciones geniales que experimentamos allí.




El Gran Cañón IV


El Gran Cañón V


El Gran Cañón VI


jueves, 18 de octubre de 2007

Las Vegas

Son poco más de 450 Kilómetros los que separan L.A. de Las Vegas. En ese recorrido no se puede ver otra cosa que desierto, amenizado eso sí, por desoladas montañas con tonalidades marrones que se tuestan al sol, arbustos rastreros similares a puercoespines verdosos y cactus de metro ochenta de altura, pelo pinchudo, cara de aburrimiento y de brazos levantados hacia hacia el cielo limpio y celeste, como en un eterno desperezar. De tanto en tanto, algún pueblo sale al paso ofreciendo sombra, una Coca Cola fría, una hamburguesa recién hecha y nafta con plomo.
Cuando la vista se acostumbra a ver este paisaje tedioso y árido y de pronto, de sopetón, de improviso, de repente, aparece una mole de cemento, con edificios altísimos y autopistas atestadas de vehículos que caracolean a su alrededor, uno se cuestiona si esto es un espejismo de los buenos, que no se anda con chiquitas o es realmente la ciudad de Las Vegas.
¿Cómo es posible que el ser humano pueda construir un lugar así de la nada, justamente en el medio de ella? Tiene una explicación. En la década de los 40 se legalizaron las apuestas por dinero en el estado de Nevada, mientras que en California seguían siendo ilegales. En las mentes avispadas y en los dedos en el gatillo de unos gangsters de la época surgió la idea de levantar este paraíso terrenal para los californianos. Se levantaron los primeros hoteles lujosos y las visitas se reprodujeron hasta cifras insospechadas en ese momento, alcanzando hoy en día los 40 millones de visitantes al año. Además en Las Vegas se han afincado muchas personas por la sencilla razón de que pagan menos impuestos que en los estados vecinos.





Rumbo a la "Ciudad del pecado".

En la calle Freemont se construyeron los primeros casinos.
Centro histórico de Las Vegas


Hoteles-Casino. New York, New York. MGM. Luxor. Monte Carlo. Belaggio. Cesar Palace.The Mirage.

Cuando planificamos este viaje poco sabíamos de Las Vegas . Como todo el mundo, sólo conocíamos lo que nos mostraban las películas, las series de la tele y lo que habíamos oído alguna vez de este paraíso de las apuestas, con casinos creciendo como hongos en medio del desierto. Precisamente eso íbamos a buscar, movidos por la curiosidad, al medio del Desierto Mojave en el Estado de Nevada. Muchos se preguntarán, qué tendrá de interesante un lugar lleno de casinos y hoteles lujosos. La verdad es que en un principio parece que poco, pero una vez que se ponen los pies en el suelo de Las Vegas, la imaginación con las alas cortadas no logra desprenderse de la cabeza, porque todo lo que allí se ve es producto de la imaginación de otros que se adelantaron y supieron volar más allá de lo imaginable, dejando atrás al surrealismo y a todos sus parientes.
La “ciudad del pecado”, como la nombran muchos de sus detractores, cuenta con los hoteles más grandes y excéntricos de Estados Unidos. Cada hotel es una mole con varios miles de habitaciones. Son cerca de 150.000 habitaciones que se reparten entre todos los hoteles, y siguen construyendo más. Eso explica los precios razonables por dormir en una lujosa suit de Cesar Palace y lo baratísimo que resultan las habitaciones normalitas, como la nuestra, en un piso 30 con la vista espectacular de toda Las Vegas en nuestra ventana, por 17 €!!!.
Al sur del Boulevard Las Vegas se concentra la mayoría de hoteles con su casino o viceversa. Todos tienen una peculiaridad que lo diferencia del resto. Generalmente esa peculiaridad puede llegar a ser la locura más grande que se puede imaginar. A algunos, locos, caprichosos, y fundamentalmente con mucha plata, se les ha ocurrido hacer espectaculares imitaciones de los lugares más famosos del mundo. Por ejemplo uno puede encontrarse en el medio de Nueva York, con su Estatua de la Libertad (que como no vimos la verdadera nos contentamos con la copia), el Empire State, el puente de Brooklyn, etc. Cien metros más allá podemos toparnos con el Hotel Luxor que tiene una pirámide de vidrio emulando a las de Egipto con su correspondiente Esfinge y todo. Enfrente el Metro Goldwin Mayer tiene por supuesto su castillo pomposo y el Hotel París ofrece la replica a escala de la Torre Eifel. A su lado el Hotel Venetian te deja helado con la replica de la Piazza San Marcos, con canales, puentes y gondoleros que cantan en italiano. Si esto era poco, el Cesar Palace rompe todo los pronósticos con un despilfarro de réplicas de estatuas y monumentos griegos y romanos que llegan a empalagar, pero que más da, todo vale. El hotel The Mirage tiene un volcán adentro del agua, una cosa increíble, que cada 20 o 30 minutos entra en erupción produciendo un espectáculo de fuego y música espectacular. Varios hoteles están conectados por un sistema automático de pequeños trenes que te llevan de forma gratuita. Pero para frutillas en la torta, para estar un escalón más arriba de lo sublime, los genios o trastornados del Hotel Belaggio cada 15 minutos hacen un espectáculo de agua en el inmenso lago que está delante del hotel, es realmente una maravilla ver los chorros de agua moviéndose al compás de la música. Verlo una vez no alcanza, a la tercera comenzás a creértelo.

Vista de la ciudad desde el hotel.

Más Hoteles. Venetian. Paris. Boulevard Las Vegas, la Strip.


Los casinos por dentro


De los casinos, que se puede decir, lujo y pico, son lugares amplios, decorados según la temática del hotel y ruidosos, esa es la característica común, mucho ruido a máquinas tragamonedas, que tragan más de lo que escupen.
Gente, mucha, a borbotones llenaba las calles que permanecen bajo una lluvia constante de neón que parece no darle paso a la noche. Y no son sólo mayores los que pululan por la Strip de Las Vegas, abundaban los niños y las familias al completo. Nadie se quiere perder los espectáculos variados que dan los hoteles y los casinos. No faltaban las parejas de novios que van a Las Vegas a casarse con Elvis Presley y Marilyn Monroe de padrinos a la hora que se les ocurra. Un granito de arena más a la extravagancia, y van.
Me fui de Las Vegas con esa sensación de artificialidad, de que todo lo que se ve es simplemente una escenografía endeble que si la empujas se cae aparatosamente levantando una nube amarilla de polvo seco. Si me preguntan, ¿che, te gustó Las Vegas? Me ponen en un aprieto porque todavía no se responder con seguridad a esa pregunta, aunque mi conciencia, desde allá adentro, grita sin titubear un "No" rotundo. Pero ojo, considero a Las Vegas como un lugar a conocer, si tienen la suerte de estar cerca, no duden en visitarla. Se aprende mucho de la vida en otros planetas.

miércoles, 17 de octubre de 2007

Los Ángeles

De Nueva York a Los Ángeles, de la ciudad más grande del este a la ciudad más grande del oeste y del estado de California, del Atlántico al Pacífico, de los rascacielos a las palmeras, de Wall Street al Paseo de la Fama, del Jazz a los Beach Boys, de los taxis amarillos a las tablas de surf, allá vamos nosotros.
Un montón de horas, casi 6 de vuelo, se necesitan para cruzar de una punta a la otra los Estados Unidos. L.A., que en su tiempo se llamó simplemente “El Pueblo de Nuestra Señora la Reina de los Ángeles”, nos recibió con calor veraniego y un sol eufórico de final de temporada.
El aeropuerto está en medio de la ciudad, por lo que la atravesamos casi rozando las palmeras. Es una ciudad que campa a sus anchas en la enorme llanura que existe entre el océano Pacífico y las montañas. Sólo se distinguen algunos rascacielos aislados, predominan las casas y edificios bajos de colores claros y las calles están decoradas con las famosas palmeras inmortales que parecen sostenerse de un hilo, fuerte como el acero.
A un paso de la estación de trenes está, desde mediados del siglo XVIII, El Pueblo, un lugar que mantiene el estilo de los primeros habitantes de lo que hoy conocemos como la mega metrópoli de L.A.. Los edificios, los comercios y la comida que se vende allí son típicamente mejicanos y se ha transformado en un lugar turístico por excelencia, donde se puede entrar a Méjico sin presentar pasaporte.

El Pueblo


Centro financiero de L.A.

El nombre de las calles y de los barrios son generalmente nombres en español. Nuestro idioma es muy utilizado en L.A. debido al gran número de inmigrantes latinoamericanos, mejicanos en su mayoría, que viven y trabajan allí. Se dice que ya han superado en número a los estadounidenses. Yo le recomendaría a todo aquel que quiera practicar el inglés que no elija a L.A. como destino, porque el español, o mejor dicho el Spanglish, es la "lengua oficial".
Me resulta extraño hablar ahora de inmigrantes mejicanos, cuando antes, líneas más arriba, hablaba de que el primer pueblo del que nace L.A. es precisamente mejicano. A lo largo de la historia los papeles se han invertido, el territorio que ocupa el estado de California pertenecía antes a Méjico. Son las idas y venidas que tiene la historia.
Deberíamos hacerle un monumento a Jomi, una amiga uruguaya que nos dio asilo en su casa y nos introdujo en el turismo gastronómico, llevándonos a cenar a dos lugares totalmente diferentes en donde se puede comer los platos típicos de L.A., un restaurante mejicano y otro yanqui. En el primero, tacos y fajitas, en el segundo costillitas de cerdo y de vaca. Antes de entrar a ambos lugares, Jomi nos previno que las porciones eran grandes. Dicho y hecho, si serían grandes las porciones que dejé casi la mitad del plato, cosa extrañísima que nunca me había pasado. Pero en cualquiera de estos restaurantes son concientes de ello y tienen preparados recipientes térmicos para que te lleves el resto de la comida, que te los traen sin que se los pidas.
Cuando asomamos la cabeza por la boca del Metro de L.A., que hay que reconocer que es muy nuevo y moderno, en el mismísimo Hollywood Boulevard, las primeras y débiles gotas de lluvia nos dieron en toda la cara. Las primeras estrellas doradas del Paseo de la Fama, que es como también se le conoce a esta calle, estaban algo sucias, tapadas de hojas secas y en algunas ya empezaban a formarse charcos. Los comercios que no estaban clausurados, ofrecían 5 camisetas por 10 dólares, shows femeninos, ropa gótica, disfraces terrajas (o cutres), etc, todo muy lejos del glamour y lo fashion que se ve por la tele. Caminamos lentamente, pisoteando las estrellas estrelladas en el piso, que honran a los personajes destacados del cine, la televisión, la música y la radio, leyendo los nombres de cada una, hasta que nos aburrimos de conocer a nadie, salvo los Tom Cruise y los John Wayne que aparecían. Siguiendo las estrellas llegamos a la zona importante. En un par de cuadras se concentra el movimiento turístico y los lugares de interés. Lo más famoso de Hollywood es el patio del Chinese Theatre en el cual desde 1927 los famosos dejan sus manos y sus pies estampadas en el piso de cemento. Pegado al Teatro Chino, está el no menos famoso Kodak Theatre en donde se hacen las entregas de los Oscar de la Academia de Hollywood. En los alrededores, además de varios museos temáticos, sobre el cine y la televisión, hay señores que por 5 dólares venden mapas con los domicilios de los famosos, otros venden tours por Beverly Hills directamente a sus casas, que consisten en darte un paseo entre las mansiones y te dicen acá vive Spielberg, acá Susan Sarandon, allá Madonna y vos te vas muy contento a contarle a tus amigos. Otros se disfrazan de los personajes que aparecen en las estrellas para retratarse con los niños. Así se puede ver a un alicaído Homero Simpson, a Batman sin batipoderes y al Gordo y al Flaco en la etapa más mala de sus careras.


El paseo de la Fama


Una lluvia de película (miren a Batman sin batiparaguas)

El Kodak Theatre y el Chinese Theatre

Beverly Hills es otro mundo, una zona residencial con jardines perfectos, vehículos de lujo y en donde hasta las palmeras son elegantes y presumidas, no en vano, es uno de los barrios más caros del mundo y en el que viven varias estrellas de Hollywood.
Las playas de Los Ángeles, las que tuvimos el tiempo de ver, son muy bonitas y peculiares. Malibú, Santa Mónica y Venice Beach son las más famosas. Además de los Baywatch que hay a lo largo de la costa, lo que me llamó más la atención fue la rambla de Venice Beach. Esta playa es característica por las jovencitas patinando en biquinis, los hombres musculosos haciendo ejercicio en los gimnasios al aire libre y otros personajes raros. Cuando digo raros, son raros. Son varios kilómetros de calle peatonal en la que a un lado, de frente a la playa están los pequeños comercios de souvenir, comida rápida de dudosa procedencia, las tiendas de ropa, que tanto te ponen un piercing en el ombligo como te dibujan un tatuaje en una nalga, etc. Del otro lado de la calle, de espaldas al Pacífico, un sin fin de personajes, desde el pintor hippie con poco arte, el músico rastafari sin instrumento, el que echa las cartas sobre una mesa de cartón, el que canta canciones desafinadas a pedido del público, el que hace manualidades con lo que le pongan enfrente, el descarado que pide monedas para el porro y los que duermen en el césped, pasados de drogas. Esa es Venice Beach, algo más pintoresco, por no decir extravagante, no puede existir.
Beverly Hills. Las mejores mansiones están atrás de muros altísismos.
Comercios carísimos y exclusivos en Beverly Hills.
El Zoo de Venice Beach
Santa Mónica

El primer contacto con las autopistas nos provocó asombro y curiosidad porque nunca habíamos visto tantos carriles, hasta doce y catorce. El asombro duró poco, a los dos días estábamos metidos en nuestro minúsculo vehículo de alquiler en medio de esa maraña enloquecida de autos y camiones que van y vienen, salen y entran. A punto ya de marearnos en esa calesita infernal salimos de los L.A., contando las moneditas sueltas que nos quedaban en los bolsillos para reventarlas en la indecente Las Vegas. Nos vemos allá.


lunes, 15 de octubre de 2007

Nueva York (Zoo York)

Nueva York es la ciudad más grande de Estados Unidos y tiene una población de cerca de 8.000.000 de habitantes. Esta ubicada en la desembocadura del río Hudson y la isla de Manhattan es uno de los cinco distritos en que está dividida la ciudad. En esta isla inmensa se concentra gran parte de la población y es el centro comercial y de negocios de la ciudad. Por razones de tiempo nosotros recorrimos solo parte de la isla porque es la zona con más fama de Nueva York. Cuanto más a la punta de la isla nos vamos, más se acumulan y concentran los rascacielos. Llegó un momento en que se tuvo que construir hacia arriba porque Manhattan no tenía más lugar. Que preocupante es llegar a este punto, con tanto espacio que tiene Estados Unidos, se amontonan todos, uno arriba del otro, nunca mejor dicho. Será que a mí no me gustan tanto esos edificios altísimos que dejan la ciudad a la sombra. Por ejemplo la famosa Wall Street donde los empresarios pasean el precio mundial del pan en sus maletines de cuero, es una calle peatonal de no más de 500 metros, encerrada por edificios que parecen juntarse en algún punto del cielo, vive en la oscuridad, a la luz del brillo dorado de las puertas y de los techos de los bancos y de los flashes de los turistas.
Desde el aire y muy a lo lejos, la ciudad de Nueva York se parece a un gran gráfico de barras envuelto en una espesa e inmóvil nube gris. Ya con los pies en la tierra y con la mirada perpendicular a las paredes espejadas de los rascacielos, se pierde esa perspectiva y la nube no es tan gaseosa como parece, sino todo lo contrario, se puede tocar y moldear como a si fuera plastilina. Las calles quedan angostas ante tantos autos y poco a poco se comienza a sentir la presión de los edificios que parecen apretar y sacar el poco oxígeno enrarecido que queda.
El tren que conecta el aeropuerto con el centro de la ciudad, nos dejó precisamente abajo o arriba de lo que un día fueron las Torres Gemelas. Cuando uno se baja en la zona cero, debajo precisamente de donde estaban las torres y ve todo en construcción, las máquinas excavadoras aún limpiando, los trozos de las enormes vigas de acero que todavía están clavadas en los cimientos que han quedado, las goteras que hacen charcos en el piso y las pocas paredes que se han conservado, lo primera sensación que recorre el cuerpo es salir corriendo, enfilar directo a la escalera mecánica y salir a la superficie en busca de aire. Les juro que sentí escalofríos y muchas ganas de irme de allí.
La mejor manera de conocer en poco tiempo Manhattan es usar el metro. Yo le llamo la víbora plateada ultrasónica porque es un bicho que viaja a la velocidad de la luz por esas galerías terroríficas, oscuras y siempre sospechosas del subsuelo de Nueva York. Entrar a las profundidades del metro era un suplicio para mí. Solo con bajar al primer peldaño de las escaleras un vaho húmedo y caliente te cachetea la cara y el olor a pescadería clausurada por el Ministerio de Sanidad e Higiene te revuelve el estómago. Abajo, una noche permanente a la luz de una lamparilla de 100 w, rejas por doquier y el tac-tac de los molinetes que no descansan. Este suplicio dura poco porque el metro pasa muy seguido y con el aire acondicionado a tope.
A Nueva York le dicen Zoo York y no es más que por la diversidad étnica y cultural que existe en la ciudad. No es necesario vivir allí mucho tiempo para darse cuenta de lo variopinto que son sus pobladores. Está el ejecutivo almidonado de Wall Street, el negro rapero que usa ropas anchas, el hindú con su turbante en la cabeza, el caribeño moreno que habla Spanglish a la perfección, como ese que nos atendió en la pensionucha que nos quedamos, “Pero, utede ian etado agui before?”. También no faltan los chinos que tienen su propio barrio-gueto, Chinatown, donde uno no necesita gastarse una fortuna para ir a China porque en esas calles se pierde la noción del espacio y del tiempo. Los inmigrantes chinos, al igual que los italianos con su Litle Italy, que llegaron hace algunos años a EEUU se han traído una porción de sus mercados, restaurantes, comercios y tradiciones en las valijas y han creado verdaderos guetos, más que nada los orientales, encerrados entre los muros imaginarios de color amarillo y rojo que se levantan a la entrada del barrio, a los cuales ellos traspasan poco.
El Central Park es el pulmón de la ciudad. Parece increíble que esta enorme porción de torta verde haya quedado en medio de los rascacielos, protegida como una especie en extinción, como un mundo de paz dentro de otro mundo chiflado. Si uno se cansa de mirar para arriba, de los tonos marrones y grises y necesita salir del reino de las sombras, no tiene más que cruzar una calle y perderse dentro del parque. Perderse también en sentido literal, porque nos perdimos varias veces recorriendo parte de sus kilométricos caminos atestados de maratonistas aficionados y turistas deslumbrados con las ardillas juguetonas que salen al paso. El parque además de otras cosas, tiene varios lagos, el jardín Strawberry fields dedicado a John Lennon y el Museo Metropolitano, en el cual cuelgan garabatos de Picasso, Van Gogh, Monet, descansan las jóvenes momias en sus sarcófagos, los recuerditos dorados de Mayas y Aztecas, y muchas otras cosas viejísimas.
Anduvimos por la Quinta Avenida de compras en las rebajas de Tiffany, Dior y Gucci. Nos encandilamos con las luces de neón en Time Square, en la afamada calle de los musicales, Broadway, que madre mía, quien pagará la factura de la luz. Caminamos por el puente de Brooklyn. Nos cerraron en la cara la puerta del edificio de la ONU, que si no lo sabían ocupa una porción de territorio que no pertenece a EEUU, es territorio internacional, y además no vayan después de las cuatro de la tarde. No vimos todos los 5.000 rascacielos que hay en Manhattan pero sí los dos más emblemáticos, el Empire State, en su tiempo el más alto del mundo con 442 metros y 102 pisos, y el edificio Chrysler. En el primero se colgó King Kong, se acuerdan? Yo confundí toda mi vida al edificio Chrysler con el Empire State y gracias a este viaje logré desasnarme.
Nueva York, un lugar para visitar por un período corto de tiempo, más de dos días seguro, con la cámara de fotos en la mano, con ganas de pasearse por una ciudad cosmopolita, la más grande del Estados Unidos, que le desplumará los bolsillos, que lo zarandeará a su antojo, que lo absorberá, si es que no va preparado para aguantar el trajín de una gran manzana acaramelada que prácticamente no duerme. Desde mi punto de vista, a Nueva York hay que ir con la mente muy abierta y con ganas de aprender mucho de las diferentes mezclas culturales que allí se pueden encontrar, pero eso sí, les recomiendo que vayan con el pasaje de vuelta comprado y pagado.

Museo Metropolitano, Puente de Brooklyn, O.N.U. y Rockefeler Center.


Time Square (Broadway)


Wall Street


Calles de N.Y. (Título para una serie)


Calles y rascacielos de N.Y.


Central Park


Chinatown (llevar tenedores)


El Metro

Señales de vida

Bueno, bueno… muchos pensarían que después de un mes sin noticias, el blog se había ido por el caño, mejor dicho por el cable. El Katalejo sigue vivo, con la misma e intacta irreverencia al idioma español y a la sensatez humana, si es que existe, y con unas ganas enormes de compartir con ustedes, fieles amigos, nuestras últimas aventuras.
El tiempo es subjetivo, por eso un mes puede saber a poco o saber a mucho, pasar rápido o pasar leeento, según a la persona que le toque y como le toque vivirlo. Desde aquel último mensaje que cuelga bajo los pies de este otro, en donde comentaba lo divertido que nos lo íbamos a pasar por Nueva York, Los Ángeles y etcéteras, hasta este día en el que estoy en mi escritorio de cartón en mi Sevilla adoptiva, han pasado 30 intensísimos e interesantísimos días, en los cuales, para que tengan una idea, hemos tomado 11 aviones y hemos estado en más de 10 ciudades en dos continentes diferentes. No hay objetividad que valga, no puedo decir otra cosa que el mes se ha volatilizado, se ha escurrido como agua entre nuestros dedos. Me parece mentira que hace dos semanas estaba maravillándome con el Gran Cañón, la semana pasada estaba aullando en el concierto de Sabina y Serrat en Barcelona y hasta hace 10 minutos estaba pasando apuntes de una clase aburridísima de Teoría de la Información para ponerme al día. El tiempo vuela. Ay, como se extrañan las vacaciones. Debería de ser al revés, estar de vacaciones pagas y obligatorias durante el año y pedir los 20 o 30 días de licencia para trabajar un poco, por hobby. Alguno que me conoce bien, no dudarían en afirmar que esta idea viniendo de mi persona no suena tan descabellada.
Por suerte todo nos salió a la perfección, salvo el último día. En el viaje de Barcelona a Sevilla, en el que volvía con la garganta tan ronca como la de Sabina, cometí el olvido más grave de estos últimos días, dejé la libreta con mis anotaciones del viaje en el asiento del avión. Sí, tonto y pico. Resultado, una noche sin dormir y un bajón que me dura hasta ahora. Lo único que puede curar esta herida abierta en mi corazón es que llamen de la Compañía Aérea y me digan: “Mr. Velazco, hemos localizado la maltratada libreta roja, esa que torpemente dejó olvidada. Gracias por volar con nosotros, tontín”.
Igualmente, algo me quedó en la memoria de la cabeza y en la de la cámara de fotos, cerca de mil imágenes, de las que he seleccionado varias que poco a poco voy a ir subiendo al blog.
Le doy las gracias a los millones de lectores que en este último mes han dejando sus comentarios, quejas y reflexiones en el blog y que lamentablemente, por razones de espacio, he tenido que eliminar porque el servidor estaba a punto de colapsar y se corría el riesgo de una catástrofe mundial.
A todos, los conocidos y los anónimos, les dedico los próximos capítulos del viaje por tierras estadounidenses. "Buen viaje y gracias por volar con nosotros". El Katalejo.