miércoles, 10 de diciembre de 2008

ITALIA 3ª Parte // Venecia

(Venecia nos recibió con un sol espléndido en un cielo celeste y limpio, pero con bajas temperaturas) Todo lo que se ve, se lee, se escucha y se critica de Venecia se cumple, con el valor añadido de que son los propios ojos, las propias manos, la propia nariz, los que contemplan y constatan tales verdades. Si todo lo que se comenta de esta ciudad que lentamente se ahoga en el mar es curioso y sorprendente, cuando se comprueba es sublime. Pese a los esfuerzos de geólogos, ingenieros, arquitectos y de todo aquel humano capaz de echar una mano, esta difícil empresa de mantener a flote a Venecia es cada vez más complicada. Lo que han leído en post anteriores sobre el "apretujamiento" turístico en Florencia queda minimizado completamente a la hora de hablar de Venecia, en donde agua y turistas es lo que sobra. Estos últimos pueden llegar a superar 150 veces a los pobladores autóctonos, los que quedan o han aguantado la invasión. La bendición de Venecia es la casi nula presencia de vehículos terrestres a motor. Sólo hay transporte acuático, desde el bote a remo estacionado en la puerta, pasando por las clásicas góndolas para turistas, hasta los barcos de transporte de pasajeros, llamados Vaporetos, muy caros por cierto.
Gran Canal
Es la única ciudad peatonal del mundo. Es cara, es cierto, pero si se busca y rebusca se puede encontrar alojamiento y un plato de comida caliente barato o en su defecto alcanzando la normalidad y los estándares requeridos por el bolsillo flaco. Como ya dije los sistemas de transporte público son el vaporetto que conectan las diferentes islas y se mueven por los 2 canales más grandes, porque así evitan los embotellamientos (nunca mejor dicho) del centro de la ciudad y porque obviamente no caben en los angostísimos canales. Además no son necesarios, para qué, si Venecia es pañuelo. Las piernas son el mejor medio de transporte en Venecia, salvo si queremos ir a una isla, ahí sí que es difícil. Para que se hagan una idea aproximada, el centro de Venecia está conformado por 118 islas conectadas por muchísimos puentes. Las vías aquí se llaman calles, pero con una tipología muy particular en la que podemos encontrar fundamenta que van paralelas al canal, ruga son calles sin salida, ramo son callejones y las plazas reciben el nombre de campo. Por más mapa detallado que tengas es completamente imposible no perderse por Venecia. Muchas veces no queda más remedio que seguir el camino indicado por los carteles que van guiando a los puntos más “calientes” de la ciudad. Es innumerable la cantidad de puentecitos arqueados o rectos, de madera o cemento, toscos y elegantes, que se cruzan al cabo de pocos minutos de caminata.
¿La ciudad se hunde o el agua sube?
Puente del Rialto sobre el Gran Canal
La humedad en Venecia es considerable y tonto sería si no se me ocurriera el por qué. Si nos detenemos a ver las fachadas agrietadas, descascaradas y enmohecidas de las viviendas, que aunque sean para mi gusto muy fotogénicas, nos damos cuenta de que sufren mucho, pero la peor parte se la deben de llevar el interior y los cimientos de las casas. En algunas zonas el olor del agua puede ser nauseabundo. Nos contaron que aquello es muy desagradable en verano. Dicen que cuando el sol calienta, los desagradables vapores suben y penetran a través de las vías olfativas hasta llegar al cerebro, el cual envía el alerta roja a los dedos de las manos que inmediatamente aprietan la nariz con fuerza, consiguiendo cerrar momentáneamente el paso al olor asqueroso. No fue para tanto en realidad. El polo magnético de Venecia y uno de los puntos “calientes” como le digo yo, es la Piazza San Marco, la única plaza de Venecia, el resto son campos como ya dije. Durante el día, es un gran hormiguero rectangular de 500 m2 que concentra a miles de turistas sacándose fotos y contemplando la exótica Basílica de San Marco que preside la plaza. En su fachada concentra muchos estilos y detalles que parecen ser más bien la acumulación de objetos al azar más que con una cierta planificación. El interior es más de lo mismo. Al más puro estilo kitsch, los 4000 m2 del interior están cubiertos de mosaicos predominantemente dorados, puede resultar de mal gusto, recargado e empalagoso. Después de tanto caos artístico conviene dar un paseo por el borde del Gran Canal y observar el inmenso estacionamiento de góndolas y a los grupos de gondoleros ataviados con sus sombreros típicos y sus remeras a rayas horizontales blancas y negras, a la espera de ser llamados para la acción y sacarse el frío. Enfrente el Ponte dei Sospiri o Puente de los Suspiros. Un pequeño puente cerrar que comunicaba las cárceles con las oficinas del estado. Por allí pasaban los presos condenados a muerte que recibían a través de las diminutas ventanas enrejadas el último soplo de aire o último suspiro antes de pasar al otro lado, del puente y de la vida terrenal.
Atravesando canales y caminando de costado, en cuatro patas o agachados por los callejones imposibles, se llega a una zona animada con tiendas, restaurantes, mercados de artesanías y los infaltables gondoleros con sus góndolas. Otro punto “caliente” de Venecia, que es como no el puente del Rialto, uno de los puentes más grandes y característicos de la ciudad que cruza el Gran Canal y en cuyo proyecto metió las narices Miguel Ángel, cuando recién era peón de obra. El sol se puso pronto, un poco más de las cinco de la tarde, y la fría noche cambia el paisaje veneciano. Igualmente, nunca deja de mermar la afluencia de turistas. De noche, Venecia, también tiene su encanto. Los recuerdos y souvenir recurrentes son las caretas de carnaval, una de las fiestas más importantes de Venecia y de Italia, y las artesanías hechas con vidrio de Murano, una isla cercana.
A la mañana siguiente, casi se me atraganta el croissant del desayuno, cuando vi por la ventana del hotel los copos blancos de nieve que caían sin cesar. Nevando en Venecia, era lo que nos faltaba. Apuramos el café, nos abrigamos como el día lo requería y salimos a la aventura. Comprobamos que la nieve no era tan sólida y el frío no era el suficiente para que se mantuviera. Se hacía agua antes de tocar el suelo o los paraguas. El agua nieve colaboró para que los canales se desbordaran. La gente chapoteaba agua por las veredas que por el momento eran transitables. Algunos comerciantes comenzaron a sacar agua de sus negocios con los sistemas de bombeo. Para nosotros era una novedad, para ellos seguramente era una rutina. A pesar de que Venecia continúa empecinada en su particular y macabra pulseada con la intransigente madre naturaleza, cuyo resultado, seguramente negativo al cabo de los años o los siglos para la ciudad italiana, nadie se va de allí defraudado, todo lo contrario.
Piazza San Marco. Basílica.

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